Los años pasaron
la melodía cambió,
yo me convertí en otra.
El pavoroso muelle ya
no sobrecoge más,
el invierno se atempera,
las flores quedaron descoloridas pero
el perfume fue aprehendido
por el mercado.
Los años marcharon,
el placer, en las bagatelas,
ganó intensidad.
La ventana abierta mira y respira; contemplo
los árboles, supervivientes
de la rabia de los leñadores municipales.
En el árbol que preserva
mi sensatez canta
un colibrí de cabeza escarlata.
El canto de esa criatura me asombra,
cierro los ojos y agradezco a Dios,
a Buda, a Krishna, al Cosmos,
a la Gran Inexistencia,
y a todas las entidades favorables
el privilegio de escuchar los gorjeos.
La indiferencia laceró
mi carne, soy nadie!
Sucede como si un cuchillo separase las secciones
de la ternura al hueso.
Soy lo que soy: escasamente unos oídos
que escuchan el canto de los pájaros
y nada más.
La poesía me induce a volar como avecilla
hechizada de cabeza escarlata, en un instante,
vienen a la memoria los indios capixabas,
pienso en sus cuerpos de color del achiote
enardecidos como el sol,
guerreros de una misión insoluble,
víctimas de la promesa vacía llamada
progreso.
Los años pasaron y apenas
ocurrió nada.
El malestar permanece inmutable,
la añoranza es la que era también:
que los ángeles digan: así sea
y se atiendan mis súplicas:
que venga un nuevo día más allá del tiempo.
(Tradução para o castelhano por Pedro Sevylla de Juana)
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