MANZANAS
Arco frágil del canto.
Desde los dedos últimos del aire
el corazón de otoño:
grillos breves.
Abre otoño las aguas
sobre un fondo amarillo de manzanas.
Abre otoño las aguas y allí creces
como crece el espacio en ojos ciegos,
como crecen los labios olvidados
cuando la piel del mundo se aquieta en lo que besa.
¿Fue el gallo en su verdor
el canto nunca?
Arco frágil.
Otoño.
Grillos breves.
Tal vez la terquedad de las manzanas
o el exceso de azul en lo que mira.
****
EL ALA
Inmensa es la extensión
del ala herida.
Tú te adentras en ella.
Atiendes la palabra
que no será por nadie allí escuchada.
Tú dices la ceguera,
la blancura sin lindes
que no conoce sombra de la lluvia.
Saberse así perdido
en esta llama horizontal del canto.
Saberse no encontrado
por más que este sonido,
ebrio de soledad y de certeza,
en la oquedad del cielo
acaso exista.
El ala o el desierto.
Decir.
La huella apenas
que prepara el camino
para los pies del frío.
****
LOS RÍOS
Todo se va con ellos:
el corazón,
la lluvia,
el peso de las flores.
También tus alas se hacen transparentes
cuando rozan su aliento
sin cuerpo todavía.
Todo se va con ellos.
El silencio que arde en la raíz del canto
y aquel que no es promesa
porque nada ilumina.
Ahora sabes mirarlos.
Reconoces su muerte
como quien oye el vuelo
en la sombra de un pájaro.
La luz es un aroma cada día más tenue.
La luz en ti se cumple,
no termina.
Has perdido los ojos.
Ya no crees en la noche.
También la sed se marcha con los ríos.
****
En el pequeño huerto
alguien dejó una higuera.
Yo tenía piedad de aquellas hojas
a cuya sombra nunca debíamos dormir.
Yo no sé si hubo un huerto,
pero sé que guardábamos la llave
de un espacio que es hoy
mi verdad más segura.
Yo tenía piedad.
Bajo
la mala sombra
su orfandad sin prestigio cobijaba
mi última soledad de criatura.
*****
La primavera no te necesita.
Di una palabra ahora.
El dolor, el amor
saben pocas palabras.
Igual que el sufrimiento.
Di una palabra ahora que aún no signifique,
una palabra mínima que nunca haya soñado.
Álzala por encima del sentido
como el anuncio de una conmoción
que no puede andar lejos.
La primavera no te necesita
y algo está por llegar que nadie sabe
porque no tiene nombre.
Di una palabra, di
su espejo anticipado.
****
Estoy mirando ahora el mar
inmóvil.
En otro tiempo
yo vigilaba la
inmovilidad,
vigilaba mis uñas
por si acaso anduviera
todavía
algo de mí por ellas.
Algo de mí, no yo.
Sé que una vez estuve, sin
embargo,
perdido entre mis uñas.
Estoy mirando ahora el mar
inmóvil
detenido en el agua de este
vaso.
Es una piel distinta
de aquella otra del mar de
la aventura,
pero me miro en ella:
agua sin sal, sin sed, sin
miedo casi,
como un agua cansada de
tanto corazón.
Estoy mirando el mar, miro
mis uñas,
y no veo el lugar en que
dejé de verme,
en el que algo de mí que no
era yo,
y que una vez anduvo por mis
uñas,
me separó del mundo.
****
Alguien viene a ofrecerme mi cuerpo
para que yo descanse.
Viene desde mí mismo,
cargado con los miembros brevísimos de entonces.
Hoy, que todo está helado,
alguien viene a mostrarme que no hay que descifrar
el misterio de la respiración
y de las esperanzas.
Viene con mi sonrisa a recordarme
que la felicidad
no fue temperatura de nuestra vida nunca,
y que siempre ha sabido reír nuestra tristeza.
Reír nuestra tristeza
(viene, viene)
por más que nunca hayamos
****
Tardó una vida en despojarse
de cuanto había sido.
Se desprendió primero de las cosas.
Después de las certezas, las dudas,
las razones,
de su hoguera exterior, de la
vergüenza
de aquel último rostro sin infancia
en el que había dado con los años.
Pero no dijo adiós a la alegría,
no al resplandor sin sombra del
misterio.
Sólo quiso ser fiel a la pobreza,
de la pobreza digno.
La muerte fue ocupando cada vez más
lugar.
Como las amapolas,
dónde morir no supo
Juan Manuel Rodríguez Tobal (Zamora, España, 1962)
Poeta, traductor y profesor de lenguas clásicas. Perteneció en Zamora al grupo poético Magua Sociedad Literaria y fue editor de la colección de poesía “El sinsonte en el patio vecino” de la Fundación Sinsonte en la que aparecieron títulos de los poetas del Caribe Nicolás Guillén, Olga Sánchez Guevara, Aimé Césaire, Saint-John Perse, Aitana Alberti, René Depestre, Martin Carter, Nancy Morejón, Rei Berroa y Waldo Leyva. Ha publicado los libros Dentro del aire (1999, XVII Premio de Poesía Ciudad de Badajoz), Ni sí ni no (2002), Grillos (2003, Premio Internacional de Poesía San Juan de la Cruz), Los animales (2009), Icaria (2010), Esto era (2018) e Issa aliada (2021).
Sus traducciones de los poetas líricos grecolatinos, publicada en su mayoría en la colección de poesía Hiperión, conocen varias reediciones en España. Destacan entre ellas las de Catulo, Ovidio, Virgilio, Safo, Anacreonte y Teognis. Preparó una amplia selección de la lírica arcaica griega titulada El ala y la cigarra, así como de la poesía popular del mismo periodo. Ha traducido también al poeta suizo de habla francesa Philippe Jaccottet.
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