Como has podido ver, lector, “BRASIL, Sístoles e diástoles” es un libro singular, decisivo, concluyente. Originalidad al servicio de una prosa y una poesía hermanadas: relatos autónomos cerrando cada apartado, y un poema con introducción y conclusión explicativas. Destacan en el libro, aspectos como el engarce de los elementos constituyentes, la cimentación de una cosmogonía que convierte al yo lírico en poeta/profeta, poniendo la mirada y la intención en cuestiones sociales como la pobreza y el hambre, de modo que enfrenta a los lectores con sus propios conceptos y sentimientos humanos. El ejercicio convivencial se instaura en la interrelación y en las palabras que la propician, empujando a los humanos -viajeros estelares- por caminos inusitados.
Un texto debe ocultar a la primera mirada, al primer encuentro, “la ley de su composición y las reglas del juego”, como destaca Jaques Derridá en “La Farmacia de Platón”. Así nos encontramos con un Pedro Sevylla muy diferente al de sus obras poéticas anteriores: artífice múltiple, objeto de interpretaciones diversas y complementarias. La especial característica de esta obra me inclinó a optar por una lectura crítica, que no pretende desnudar sus significados más íntimos, ni dominar su entramado; antes bien fluir con el lirismo fluente, degustando el sabor agridulce de la escritura.
El escritor español, al referirse al Brasil, muestra sus vivencias, fruto de la captación de los ritmos, sabores y colores de un País, el mío, que no permite una fácil definición. Para ese cometido, fue preciso que Pedro Sevylla explorase el devenir brasileño, caminando por campos y ciudades, entrando en el pensar de las gentes, lo que permite a las palabras expresar la agitación del corazón. Estoy segura, lector, que como yo, usted sintió la energía que une amorosamente, los campos de trigo de Valdepero, en España; con la Mata Atlántica, en Brasil.
Me siento feliz por haber recorrido la senda creativa del autor en la composición de esta obra. La curiosidad por la cultura, permitió escrutar, como buscador de oro, plata o diamantes, las riquezas de cada región brasileña, hasta llegar a Vitória, ES, atraído por la Ley de la Gravitación Universal; desde cuya Bahía ascendió el “Nova Era”, su velero cósmico.
Estamos ante el creador de un hombre análogo y diverso: pan hecho de las harinas de todos los cereales –igual composición distinta estampa- cuando aún no existía la especie humana. Conformado el hombre, viene la necesidad de crear a Dios. En el poema “El primer principio”, la mente descansada crea un Ser “único y primigenio”, y a partir de ese acto fundacional, puede poner en marcha, con todas las prevenciones posibles, la “Sociedad Global”.
En las “noches mágicas y míticas”, la mujer amada surge en los sueños imprecisos y repetidos del yo lírico. Soñando con el eterno femenino el milagro sucede: “El triunfo de la primavera”. Música, color y bienestar, pasan a formar parte de ese Universo que, antes solo conocía los “hielos invernales”. Al fin, el paraíso está completo y Pedro Sevylla nos facilita la introducción a un nuevo “Génesis”, basado en “parábolas ya olvidadas y viejos símbolos actualizados”.
La “Utopía llega a ser alimento y esperanza de criaturas quebradizas” que, sedientas de amor y justicia distributiva, ansiosas de sembrar ”la paz, el perdón, la valentía, la libertad”, inician un camino en busca de sí mismos. El “economicismo” hace que el corazón del yo poético “se agite de agonías”, la economía de mercado empuja la deriva de los continentes y “acelera el paso del Universo”. El “hambre” dos sílabas tan solo, se vuelve palabra de orden en un “recuento incesante de la realidad trágica”.
Ante ese escenario el yo lírico se posiciona. El poema “Vengo a decir” apunta al origen del problema: “las carencias de los necesitados parten de la mala distribución de la abundancia”, el yo poético exige leyes que acaben con la acumulación y el despilfarro. Es el “grito” del hombre decidido, el que da voz a las criaturas humanas y no humanas. La humanidad necesita avances, ese es el movimiento de Diástoles, expansión que convierte la vida en arte y el arte en vida. La proximidad ansiada acerca al poeta al “Solar da Ester”, Ester Abreu, anfitriona solícita; y al espacio acogedor de los amigos brasileños. Emergen como espacios privilegiados de la inspiración de Pedro Sevylla, Os Sertões, São Paulo, Rio, Bahia, Pernambuco, Espírito Santo y, especialmente, la Isla de Vitória. Es ahí, donde conoce a personas admirables, cargadas de ilusión, visitando las turbadoras Comunidades Verticais; y a esforzados intelectuales de la investigación, la creación y la docencia.
El poema “La Victória del deseo” revela el ambiente plural y misterioso, en el que Leda ama a los Cisnes Blanco y Negro. Quizá el bien y el mal, buscando sintonía, se equiparen en una poética que pide equilibrio y armonía. “La eterna fugacidad” del encuentro y del amor se explicita y, así como la brisa, el objeto amado se va, dejando en el aire solo un rastro perfumado. El yo lírico explaya sus sueños y dialoga con Manuel Bandeira, Carlos Drummond, Cecilia Meireles, Hilda Hilst, Castro Alves, Gilberto Freyre, Euclides da Cunha, Guimarães Rosa; a quienes ha leído y traducido al castellano como testimonio de admiración y aprecio literario.
Conferenciante, también, sobre su propia obra en la Universidade Federal de Espírito Santo; el conocimiento de sí mismo acerca al poeta a la revelación: momento epifánico en el que vislumbra “El rostro del Universo”: carne, sangre, espíritu; belleza que es el canto del alma innombrada. Pero, esa no es aún la visión concluyente del misterio universal, pues, acercándose a la faz de la belleza, el poema se acerca a la hondura de un beso de eternidad, donde vislumbra también, el imposible fin de ciclo. El poema Morí lidia irónicamente con la Gran Dama de dedos de terciopelo: no hay miedo ni arrepentimiento ante la muerte.
Transmutado por las experiencias vividas a intervalos desiguales: amor, dolor, desilusión y esperanza; siguiendo impulsos razonados y emocionales, el yo lírico cumple su destino. Todo fin presupone un nuevo comienzo. Así, el poeta intensifica “la búsqueda de la cruz de la armonía/ vacilante/ equilibrada/ activa”, lanzando la rúbrica de su firma como una flecha. Da soporte a todo gesto, el propio principio activo: “Lucha hasta el equilibrio es mi divisa”.
“El vuelo del velero Nueva Era”, largo poema épico, da fin a la parte poética del libro. Entre vibrantes ejecuciones musicales, describe la desesperada huída y el esperanzado retorno a este planeta nuestro, herido de muerte por la acción destructiva del hombre. Un hombre que es culpable y víctima inexorable. Un planeta sumido en la angustia de la mayoría, empobrecida por la acumulación extrema de las riquezas. El vuelo del velero recorre el espacio existente entre la escapada del desastre y el regreso a un planeta reverdecido, casi intacto.
Renata Bomfim
Es Mestre e Doutora em Letras pela Universidade Federal do Espírito Santo/UFES. Escritora, ensaísta, poeta e acadêmica da Academia Femenina Espirito-santense de Letras, cadeira 16. Membro do Instituto Histórico e Geográfico do Espírito Santo e da Academia Mateense de Letras. Educadora socioambiental e editora da Revista literária Letraefel.
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