En la selva sagrada
los instintos afloran.
Cada planta, cada animal, el aire,
Todo está vivo, todo habla
Del verde manan
murmullos, risas…
Es la ninfa que del dios imponente
bebe el vivo.
Se vuelve la misma copa
rebosante de deseos.
Dionisio, en desaliño, la enreda
arrastrándola, furtivo, entre el césped,
para que florezca, caprichosa y perfumada.
Ella cede a su llamado y se deja poseer.
Su cuerpo, ahora, es fluidez entre ásperas manos.
Es gacela. Despiadada,
su lanza la traspasa.
Fustigada, quiere más…
Ahora los dientes del dios la carne se adentran
la marcan signos creados
por sus cuervos relucientes.
La ninfa asciende entre agonías,
la selva orquesta gemidos de placer.
En éxtasis, comulgan contentos.
Ella reverencia al dios pagano
señor de los seres de ese reino.
Luego, descansa recordando el idilio,
hasta que la noche la cubra
con su manto de plata.
renatabomfim/ Arcano Dezenove, p. 21
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