El poema último de Renata Bomfim, destaca en primer lugar por la extensión.
Consta de diez actos y varias partes bien diferenciadas que sirven a un mismo
fin. Y en segundo lugar destaca por la intensidad expresiva. Intensidad
luminosa irradiando luz sobre todo el poema. Una luz nacida y crecida del Sol,
protagonista del Canto, un Sol que es Luz por encima de todo: brillo crujiente. “Exaltación del Sol” es,
pues, un poema extenso e intenso; rio largo y profundo.
Más allá de la sensualidad evidente, en el poema, más allá del deseo, Renata
Bomfim ha puesto pasión. “Nada grande se hizo, nunca, en el mundo sin pasión”:
asegura Friedrich Hegel. Pasión que la poeta lleva más allá del área amorosa: Nuestros
cuerpos serpentearon enroscados, inundando el territorio entero con su pasión por la vida: el origen
de la célula duplicada, escindida. Pasión que lleva como componentes esenciales, la energía y la ilusión.
Participan los versos de
lo Universal, Siento el mundo dentro de
mí; llegando con suavidad a lo doméstico: corté la cebolla. Lógica y emoción persiguiéndose: La
noche posee una razón desprovista de verdad, sirven, amalgamadas, a
la desbordante imaginación de la autora, para trazar su pintura mural. Eso es
también “Exaltación al Sol”, un mural colorido donde acuarela y oleo se unen al
fresco cristalizado en la propia pared. El cuerpo, desajustado por las sensaciones
gozadas, desmenuzado por los sueños,
se pone al servicio de la mente lúcida para alcanzar lo inasible, asiéndolo. El
presente viene del pasado buscando el huidizo futuro que la voluntad alcanza
con esfuerzo. La mujer, hembra en toda su extensión, es la portadora del Sol,
la encargada de llevarlo adelante, generación tras generación.
Obediencia y trasgresión: Usted, mi enamorado, que me prometía / En
propiedad el Edén, / me obligaba a comer bistec de ángel. Soledad
y compañía, llevan la conducta a lo humano, imagen de lo divino: plantar el Sol es mi mayor responsabilidad.
El yo resurge con fuerza dentro del maremagno constante que le envuelve: Las sombras no permiten olvidar mi filiación.
Luché por tener un nombre. El mito del amado, del macho amoroso, que
protege y engendra el futuro en el interior de la hembra procreadora, ese mito
antiguo goza de presencia constante: avancé
por lugares distantes llamándote y llamándote.
Lo inanimado comportándose como animado: Oigo a los escombros gemir como
si fuesen carne y sangre. Lo
efímero y lo eterno, la dureza y la sensibilidad, el día y la noche, la
realidad y el sueño, lo existente inexistente, ese ser no ser, junto a la mesa
dispuesta para el banquete, se hacen metáforas abundantes, henchidas de
belleza, en los versos de Renata Bomfim, poeta de los conceptos y las ideas
visuales, de la dramatización de los principios que mueven al ser humano. Ha
roto la poeta los diques que la frenaban y la valentía ha vencido al temor inundando
los valles, irrigando vegas feraces con su amor a la Naturaleza, para que lo
nuevo sustituya a lo antiguo. Estamos ante un poema rico y diverso, ante una
selva de posibilidades creativas hechas realidad. Busco enlaces y similitudes
entre este poema y lo que conozco de la poesía brasileña y los encuentro en la
Hilda Hilst que traduje con gozo, más que en ningún otro poeta.
PSdeJ, El Escorial, madrugada del 14 de junio 2016
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