14/06/2016

“Exaltación del Sol, poema en diez actos” Lectura crítica de Pedro Sevylla de Juana


El poema último de Renata Bomfim, destaca en primer lugar por la extensión. Consta de diez actos y varias partes bien diferenciadas que sirven a un mismo fin. Y en segundo lugar destaca por la intensidad expresiva. Intensidad luminosa irradiando luz sobre todo el poema. Una luz nacida y crecida del Sol, protagonista del Canto, un Sol que es Luz por encima de todo: brillo crujiente. “Exaltación del Sol” es, pues, un poema extenso e intenso; rio largo y profundo.
Más allá de la sensualidad evidente, en el poema, más allá del deseo, Renata Bomfim ha puesto pasión. “Nada grande se hizo, nunca, en el mundo sin pasión”: asegura Friedrich Hegel. Pasión que la poeta lleva más allá del área amorosa: Nuestros cuerpos serpentearon enroscados, inundando el territorio entero con su pasión por la vida: el origen de la célula duplicada, escindida. Pasión que lleva como componentes esenciales, la energía y la ilusión.
Participan los versos de lo Universal, Siento el mundo dentro de mí; llegando con suavidad a lo doméstico: corté la cebolla. Lógica y emoción persiguiéndose: La noche posee una razón desprovista de verdad, sirven, amalgamadas, a la desbordante imaginación de la autora, para trazar su pintura mural. Eso es también “Exaltación al Sol”, un mural colorido donde acuarela y oleo se unen al fresco cristalizado en la propia pared. El cuerpo, desajustado por las sensaciones gozadas, desmenuzado por los sueños, se pone al servicio de la mente lúcida para alcanzar lo inasible, asiéndolo. El presente viene del pasado buscando el huidizo futuro que la voluntad alcanza con esfuerzo. La mujer, hembra en toda su extensión, es la portadora del Sol, la encargada de llevarlo adelante, generación tras generación.
Obediencia y trasgresión: Usted, mi enamorado, que me prometía / En propiedad el Edén, / me obligaba a comer bistec de ángel. Soledad y compañía, llevan la conducta a lo humano, imagen de lo divino: plantar el Sol es mi mayor responsabilidad. El yo resurge con fuerza dentro del maremagno constante que le envuelve: Las sombras no permiten olvidar mi filiación. Luché por tener un nombre. El mito del amado, del macho amoroso, que protege y engendra el futuro en el interior de la hembra procreadora, ese mito antiguo goza de presencia constante: avancé por lugares distantes llamándote y llamándote.
Lo inanimado comportándose como animado: Oigo a los escombros gemir como si fuesen carne y sangre. Lo efímero y lo eterno, la dureza y la sensibilidad, el día y la noche, la realidad y el sueño, lo existente inexistente, ese ser no ser, junto a la mesa dispuesta para el banquete, se hacen metáforas abundantes, henchidas de belleza, en los versos de Renata Bomfim, poeta de los conceptos y las ideas visuales, de la dramatización de los principios que mueven al ser humano. Ha roto la poeta los diques que la frenaban y la valentía ha vencido al temor inundando los valles, irrigando vegas feraces con su amor a la Naturaleza, para que lo nuevo sustituya a lo antiguo. Estamos ante un poema rico y diverso, ante una selva de posibilidades creativas hechas realidad. Busco enlaces y similitudes entre este poema y lo que conozco de la poesía brasileña y los encuentro en la Hilda Hilst que traduje con gozo, más que en ningún otro poeta.

PSdeJ, El Escorial, madrugada del 14 de junio 2016

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