16/12/2020

Exaltación del SOL: poema en diez actos

 

I

Fui actriz.

Lo recuerdo aún:

Noches de estreno,

Luces, escenarios, aplausos, vítores.

Se podía creer que yo era

Exactamente

Quién fingía ser.

 

Actué en los proscenios de la Isla Mundo

Siendo yo y siendo

Ligeras

variaciones de mí misma.

 

Cuando las luces borraban su esplendor

Bebía el Sol que traía oculto

En un frasco al fondo de la bolsa.

Bebía la luz densa y flexible sintiendo despuntar el día.

Pensaba: hoy

hasta lo inédito es invulnerable.

 

En aquel mundo

Manos ávidas se apoderaban del brillo crujiente

desprendido del Sol al transformarse en día.

Seductor, el astro inclinaba en mi dirección

La pelirroja cabellera.

−¡Te quiero aquí! ¡Te quiero en mí! ¡Te quiero!

Las palabras brotaban límpidas de mi boca

Como si un líquido filón de agua fresca

brotara en pleno desierto:

¡Te amo!,¡ te quiero!

 

Entre los dedos goteaba, viscoso,

El fruto preliminar del deseo.

Yo era la prometida inexorable y permanecía

Vestida de luz.

Las nupcias celestes, paradisíacas.

Nuestros cuerpos serpentearon enroscados

como rayos fulgentes.

 

II

Sentados a la mesa

Presidencial del banquete.

 

El garzón, impecablemente uniformado

Guantes blancos impolutos

Sirvió, caliente, sazonada, la carne glútea de un ángel.

Usted, mi enamorado, que me prometía

En propiedad el Edén,

me obligaba a comer bistec de ángel.

Soportaba el horror de sentir entre los dientes

El delicado agasajo,

Delicia, transgresora transgresión, pecado

Suave, esponjado, blando y sabroso.

Mi lengua analizaba la textura del cuerpo sagrado,

Mi sangre se convirtió en vino de alta graduación,

Sabor y aroma robustos.

Salivé miel y excreté delikatessen.

¡Seguíamos siendo inocentes!

Se guisó el ángel con ingredientes frescos

Tomados de lo que sería la eternidad.

 

III

Elevo los ojos mucho más allá

De lo desconocido.

Y ese cielo ficticio, con el Sol que arrastro y soporto,

Penitente yo sin culpa,

Existe inexistente.

La fabulación es oficio (arduo y fatídico)

Fabulo para no morir y canto

Cantiga antigua, canción de amiga, amorosa

Trova enamorada.

 

Quiero palpar el mañana,

El día es la alargada prolongación del sueño.

Canto al amor que traigo desde el origen

de la célula duplicada, escindida,

Amor que continúa dentro y que grita

Toda mi boca abierta en desgarro,

Calentura, ansiedad y deseo irrefrenable

de otra boca ardiente de pasión.

Mi ser se estremece en fuertes sacudidas

dentro del sistema universal,

¡No encajo en mí, no me ajusto!

Pechos, cintura, muslos; ¡convulsiono!

 

Estoy desnuda de certezas,

El amor me habita

Siento la llegada inminente del seísmo

¡Maremoto, tsunami!

Por fin sucede, sucede y sucede.

 

IV

La vida resulta corta, insuficiente.

Los días no caben en los escasos momentos de satisfacción.

Canto como quién grita en la oscuridad

Sin escuchar el aleteo

Entusiasta de la propia vida.

El sueño, que ensancha y prolonga la vida

coloreando el acto mismo de vivir, no despierta.

Ceguera.

 

Llevo la mano al seno, noto vibrar la carne aún caliente,

Siento el cielo como si volara en el vacío.

El espacio es un agujero, no hay nada más allá de las nubes.

Recuerda mi dibujo escolar titulado: ¡Cielo con nubes!

Imagino y no encuentro

la posibilidad inmediata de volver a cantar

ese himno excelso

sinfonía recién concluida.

 

V

Sentía el cansancio de portar conmigo

El imprescindible, vivificante Sol.

Acunaba el astro entre los brazos

-maternal cuidado- como si

de él dependiera la vida toda,

como si él fuera toda la vida.

Las tinieblas pesaban como pétreos pétalos de rosa.

El sol pesaba quemando las palmas doloridas

de mis manos.

 

Era preciso plantar el astro antes de que explotara:

¡En ese instante sentía el Sol

como potentísima bomba estelar!

 

Camino tarareando la música del pájaro y de la araña.

El Sol se muestra rubicundo como un todo ardiente,

Plantar el Sol es mi mayor responsabilidad.

Útero Sol.

Causa del mañana acercándose,

Justificación de mi vientre pariendo alboradas,

Razones de mi cuerpo desmenuzado por los sueños.

 

Cae la noche.

El Sol no echa de menos la luz que perdió,

No la necesita.

 

Sombra amiga, ¿cuánto abarca mi ser día?

¿Cuándo es tiempo de cosechar rosas?

La estrella da vuelta a sus puntas,

Hay desesperación en los dedos de mis pies.

 

VI

Corté la cebolla.

Los ojos exploraban la cocina.

Cada objeto guarda un secreto.

Hay momentos en que el tintineo de las cucharas

descubre la presencia de espíritus.

Corté la cebolla y coloqué en la cazuela

Caliente Aceite y ajo.

 

El fuego encendido, vivo, evocaba un frío de ausencias.

Recordé la hierbabuena y la pimienta.

El verde y el rojo dispusieron un tiempo

De colores y aromas radiantes en la mesa.

La felicidad regresaba

Como un muerto resucitado por la memoria.

 

VII

Ya fui princesa en el devaneo de la nostalgia.

Ya fui princesa.

 

Palpé la poesía

Vislumbré lo envidiable de una presencia.

Las sombras no permiten olvidar mi filiación.

 

Cayó la máscara.

Bajo el barniz otra máscara y otra y otra.

La soledad desafía, bajo el no-rostro, tu rostro frío.

La luz débil se proyecta en el suelo que se abre

Siento el mundo dentro de mí,

Veo las entrañas de la tierra.

 

Fui mujer cuando las mujeres no sabían

Que necesitaban acarrear el Sol.

Fui mujer cuando no existían mujeres ni hombres,

Sólo seres.

La noche posee una razón desprovista de verdad,

Las sombras se agitan de voluptuosidad y energía.

Fui mujer probando la delicia de ser ese no ser.

Ignoraba que las sombras eran hijas del día adormecido.

 

Aún lo recuerdo: en mis sueños fui princesa.

 

Avancé por lugares distantes llamándote y llamándote,

Deseando pertenecer a tu familia.

Quería situar tu nombre junto al mío,

Esa cercanía me iba a garantizar que nuestros cuerpos

permanecerían unidos durante toda la eternidad.

Soñé, soñé, soñé

La realidad reveló que el día no acaba nunca.

 

 

VIII

Nadie en la casa, nada aún en ella.

El sol extendido sobre la mesa, ilumina el ambiente,

Un ángel se retuerce en mi interior.

Falta algo.

El Sol está ausente del esplendor esplendente,

El Astro Rey perdió su poder.

 

Las calles desiertas.

Las personas ancladas en el laberinto de sus

Propias soledades.

Las paredes de las casas atesoran las últimas

palabras pronunciadas.

El hombre caerá en la espiral del olvido.

 

-¡Te amo!

Oigo a los escombros gemir como si fuesen carne y sangre.

-¡Te amo!

Viví el hueco de la casa eterna, eternamente vacía.

Aquí y ahora necesito tu presencia,

Exijo que tu cuerpo etéreo se materialice.

 

IX

El Sol es una añoranza llenando el tiempo.

Luché para tener un Nombre,

Colmé la cabeza de teorías

Las paredes cubiertas de diplomas

Muestran mi fracaso,

demuestran que erré.

 

Soy alguien cuando tu cuerpo rasga mis estratos internos,

Penetrando mi integridad,

Fertilizando mi esencia,

Diversificando ese ente que hoy brilla dentro de mí.

 

X

Salió de mi boca la palabra silente

Y voló hacia lo inefable como una paloma en busca

De otra palabra callada.

Caí de rodillas

Recé incrédula salmos encantados

Convencida del poder mágico de la voz dicha

En el momento adecuado:

Hembra final, solemnicé el momento, danzando alrededor

De las palabras innombrables

 

Que el Sol iba evaporando.

 

 (Poema de Renata Bomfim com tradução para o castelhano por Pedro Sevilla de Juana)

Nenhum comentário: