Cae la noche
mi punto de vista quiere verse reflejado
en la mirada del anciano que sueña sobre un banco
de la plaza.
El gran reloj señala la médula de la ciudad,
pero no mide el tiempo que, huidizo,
permanece quieto y
sustenta mi corazón infantil.
El guardacoches me ve, sonríe,
sonrío entre la agitación y multitud de señales.
Sonrío porque las lágrimas escapan
como ríos: sonrío porque las lágrimas están vivas.
El embarcadero, sin descanso, deja delante
aguas de otros países, y cargas,
muchas cargas.
Todo eso está protegido en mi corazón,
─ este puerto franco─, donde desembarcan
deseos (de) extraños:
qué quieren de mí?
qué quieres de mí?
qué puedo ofrecerte?
Es momento de entrega!
No acepto ninguna clase
de despojo,
de investigación,
de injusticia.
Pídeme lo que quieras,
(te lo entregaré)
no necesitas darme nada a cambio.
Descubrí que siempre existirá un cielo
de color cambiante,
que el mar besará mis pies
toda la mañana,
y que siempre quedará un felino,
con ojos de ágata,
para amarme.
Eso es lo que no te puedo proporcionar!
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