16/12/2020

Casulo (Renata Bomfim)

 

"A vida é esse cacho de lilás... Mais nada.

O resto é perfume..." (Florbela Espanca)


Não escrevo para

o hoje.

As palavras são casulos,
introitos.
Mistérios do dentro:
cores indecifráveis,

indecifráveis sentidos,
borboletas virtuais que
podem ser,
podem não ser,
carecem de...,
Tudo sabem.

Não satisfazer:
DESESTABILIZAR,
eis o projeto poético-
-patético-
frágil, frágil...
Não responder!
eis...

Receba o silêncio,
aceite o silêncio:
CASULO.

Acúmulo de subjetividades
sem espaço para expressão.
CASULO-SILÊNCIO.

Não escrevo para o hoje
planto, silenciosa, árvores.
Cada poema escrito no susto,
estranhamento, solidão, loucura,
utopias que se estendem e derramam.
Revolta!
POEMA-CASULO-SILÊNCIO.


A Mata Atlântica é o projeto
final:
poema-tatu
poema-palmito Juçara,
poema-flor da Acácia
Poema-macaco
poema-trinca-ferro,
poema-xaxim,

Não escrevo para o hoje.
O afeto- memória
salvará vestígios desses versos.
Os casulos romperão
longe dos meus olhos.
Outras gerações conhecerão
o poema que escrevi
mas que nunca cheguei a conhecer.

 

 

Alabanza de la sombra


I
¡Es excesivo!

¿A qué te refieres?
Este dolor parece rasgar las entrañas.
Toma la medicina y duerme.
Dormiría, sí; si pudiera
cerraría los ojos y volvería a abrirlos, solo,
cuando el mundo fuera distinto.
¡No digas tonterías! ¡La gente es lo que es,
y se acabó!

Sombras.
Voy por la ciudad observando las sombras.
El sol diseñó para el abeto una bastante conseguida,

parece una peluca de payaso.
Caminé por el centro observando los caseríos, vi memorias
proyectando en la calle los edificios vecinos
Que se yerguen felices y ahumados

Si las sombras
Pasan desapercibidas para los demás ¿por qué se apoderan de mis ojos?

Siento escalofríos. Pienso que puede ser alguien
que se marchó del todo
¿Pero cómo puede suceder?
Te aseguro que es posible.
Pero…

Pero nada, pero todo. Nos disolvemos y, disueltos, permanecemos aquí; es una desgracia manifiesta, sin embargo, es la condena merecida. Necesitamos aceptar la sombra antes que ella reniegue de nosotros.
Agito los cabellos. Los enredos y las sombras, en este momento, son el centro de mi vida. Las sombras no pueden pintarse, pero los cabellos sí, por eso yo los coloreo siempre, como si ese gesto simple y estúpido pudiera cambiar el color de la mente (espesa y cenicienta como las sombras).

II
Se necesita audacia para distinguir la sombra. Ella lo sabe, y se aproxima encubierta como un cocodrilo grande.
Deja esa historia de la sombra, me cansé de escuchar.

¡Todo marcha bien, pero las sombras están vivas! Están ahí, sí que están.
Ok, entiendo, voy a preguntar a mi sombra si desea ir a Camburi, seguramente lo rechazará.
Miro a ese ente que distingue sólo la densidad y susurro: ¡usted es una sombra!

III
El sol rasgó el cielo esta mañana, ¡precioso!

Ya no confío en oberturas y me muevo, ahora, con el ritmo del acaso: samba del caos.
Pienso plantar leguminosas que broten y se eleven más allá de las nubes, donde existe un castillo lleno de riquezas, y un gigante bobo. Luego viene a mi mente la imagen de la sombra proyectada del gigante. Imagino que ella cubriría parte de la tierra (siento una animosa excitación), tal vez esa sombra completa cubra la Isla. Diré al gigante donde vivo y él se inclinará desde la nube para ver la Isla de Vitória: el pueblo capixaba no va a entender el fenómeno.
El cielo matutino ya fue hilvanado, ahora es tarde, la hora de desplegarme como una pajarita de papel, de dejar las lecturas fantásticas y despedirme de Goya: ¡Saturno venció! Lo ve usted, estimado pintor, no adelantó nada al pintar sombras sobre el muro, la fantasía siempre vence, la pantalla aprisiona las imágenes salvajes alimentándolas con blancos y ocres. Voy a cuidar el muro de mi casa, en verdad ese muro está hecho de rejas, la sombra puede pasar, pero, nunca se proyectará entera. Voy a cocinar fríjoles.

IV
Te necesito,
Quiero tener tu mano sobre la mía,

Te necesito a ti.
Las letrillas infantiles rondan mi corazón,
Los oídos están encharcados de melodías nostálgicas.
Un terrón de azúcar se derrite en mi boca,
La garganta sólo conoce la amargura.
Te necesito a ti sin necesitarte.
Escogí desearte por miedo a la soledad.
Miro las manos agitadas por el tiempo,
Los dedos ensayan actos sólidos de vacío.
Tus manos proyectan bellas sombras
Imagino el espectáculo de imágenes que se formaría
si ellas supieran bailar, si no fueran tan inflexibles. Sí, no son sólo los pies los que bailan, las manos son danzarinas natas. Las tuyas están endurecidas
porque estás sordo para las tonadas de niño.
Cuánto lo siento. Perdiste las carnes y la sangre, te hiciste de mármol Carrara.
Me lamento, pero, aun así, te admiro.

V
Abrí el último cajón del armario y hallé un pañuelo rocanrol comprado en un mercadillo del Chiado. Lisboa es considerada una ciudad luminosa. Las piedras son tan blancas que semejan templos. Parece que los lisboetas viven en un eterno ejercicio de adoración al sol y de exorcismo de las sombras.

Siempre fui mujer de las sombras, enamorada de la luz. Los bordes de los cristales, velas, inciensos, oraciones repetitivas, cartas quemadas como ofrenda a los señores del Karma, el espejito de la pared violeta. Eso por una parte, por la otra, el tercio de rosario, la biblia, los cánticos: ¡una caricia!
Mi pañuelo de calaveritas es lindo: imita la seda, es de un rosa de mediados del siglo XIX, tiene algo de aristocrático y decadente. ¡El pañuelo es lindo y es mío! Recuerdo que paseé con él por España y Marruecos, nadie lo vio, creo, pero paseé llevando los cabellos pintados, el pañuelito rocanrol de mitad del siglo XIX y la mente cenicienta y fecunda. Cajón cerrado.

VI
La sombra de los poderosos es la tribulación del gran vacío. No el vacío preñado de posibilidades, sino el hueco definitivamente vacío, el agujero vacío, boca que nunca se sacia. Sí, el poder es el hambre insaciable de todo. Entre cuatro paredes, para los poderosos, la mujer forma parte del banquete, postre, fruición de los sentidos, botín. Fuera de la intimidad ellos rechazan a la mujer: el hambre es la misma. Pulsión, impulso, pulsión… todo explicado, menos el agujero insondable que arrastra a los poderosos que nos arrastran hacia el agujero.

VII
Busca el rayo de luz,
busca el melocotón maduro.

Anda y canta por el camino,
los pájaros te acompañarán.

VIII
Soy una mujer barroca, pictórica y trágica. Por eso compré una matriosca. Siempre quise tener una de esas muñecas rusas. Mi matriosca es un tanto difícil de abrir, “río al bies”, quizá por eso ella se parece tanto a mí. Agarro delicadamente la muñequita (eternamente grávida de sí misma) y la doblego con un movimiento mínimo. He ahí que ella reaparece, menor, pero igual (hijita de hijita): hueca, hecha habitáculo y refugio… Nueva torsión delicada y, diantre, qué maravilla, otra, después otra, después otra, hasta que llego a una versión menudita y maciza, que no se abre más (la sonrisa ahora es muda y compacta como la muñeca). Siento como si llegara al fondo de mí misma. La razón está inmovilizada, percibo algo profundamente extraño, indefinible (compasión, tal vez), no sé, es como si esa matriosca fuera yo, o como si yo fuera esa muñeca rusa; más aún: una capa hueca gestando otras capas en un sinfín continuo.

IX
Hay un caserío antiguo en el centro de la ciudad. Siempre que paso por allí saludo a la moza de la ventana. Nunca la conocí personalmente, pero debe andar por los dieciséis años. Llevo más de veinte años pasando por delante de la casa, y la muchacha continúa en los dieciséis. A veces luce un collar de perlas. Imagino que la vida resulta tranquila para esa amiga misteriosa, pero temo que se vaya cuando el tiempo derrumbe el caserío. La imagen de esa desconocida me persigue, es como si ella quisiera decirme algo, pero ¿qué? ¿Será que sólo la veo yo? Es una sombra serena; trasluce inocencia y soledad.

Debe de estar cansada de bordar y tocar el piano. La sombra que se proyecta por detrás de la ventana tiene algo que decir, ahora estoy convencida. El caserío es tan antiguo como nosotros.

X
Jorge Luis Borges regaló una matriosca a una novia mucho más joven que él; y se la dio a escondidas de su madre: para evitar envidias innecesarias entre las mujeres.

La joven (“de manera inocente”) olvidó la muñeca sobre la cómoda de la suegra: ¡hecho incómodo!
La señora adoró la gentileza, siempre admiró al hijo.
¡La «llegada de la felicidad» es un misterio!
La felicidad es el rayo de luz que atraviesa la sombra viva y pensadora, es el momento delicado de la torsión, de la apertura y de la exposición. Sonrío levemente porque solo el corazón es capaz de producir sonrisas prolongadas. Cuando quedan solos el hombre y su alma, el corazón sonríe y todas las discordancias del mundo cobran sentido.
Borges nunca conoció la oscuridad. La matriosca, misteriosamente, milagrosamente, se duplicaba siempre que el escritor la desenroscaba con un esbozo de sonrisa en el rostro y una sonrisa amplia en el corazón. Así fue como las mujeres de Borges llegaron a ser felices y formaron una hermandad idónea para levantar laberintos y echarlos por tierra. Borges nunca desveló el secreto de la muñeca rusa, pero, recibió deleite de aquello que debiera aterrarlo.
Se necesita coraje para vislumbrar la sombra. Ella sabe, se aproxima soterrada como un cocodrilo grande. Yo no temo a los animales de sangre fría, aunque corra lava por mis venas. No temo el día ni la noche. Estoy en el centro del mundo, hueca y maciza como la muñeca rusa, compartiendo amor y palabras.

 

 (Poema de Renata Bomfim com tradução para o castelhano por Pedro Sevilla de Juana)

Elogio da sombra em dez atos (Renata Bomfim)

 

I

É demais!

O que?

Essa dor parece rasgar as entranhas.

Toma um remédio e vai dormir.

Dormiria, sim, se pudesse.

Fecharia os olhos e voltaria a abri-los, apenas,

Quando fosse outro o mundo.

Você só fala bobagens! A gente é o que é, acabou!

 

Sombras. 

Passo pela cidade observando as sombras.

O sol desenhou no pinheiro uma bastante engraçada, parecia uma peruca de palhaço.

Caminhei pelo centro observando os casarios, vi memórias

Projetadas na rua, nos prédios vizinhos que se erguiam felizes e fumês.

 

As sombras.

Elas passam despercebidas aos demais, por que se impõem aos meus olhos?

Senti um calafrio. Pensei que poderia ser alguém que não está mais aqui.

Mas como isso pode ser possível?

Claro que é possível.

Mas...

Mas nada, mas tudo. Dissolvemo-nos, entretanto, permanecemos aqui, é uma desgraça, porém, uma condenação merecida. Precisamos aceitar a sombra antes que ela nos renegue.

Mexo nos cabelos. As madeixas e as sombras, nesse momento, se tornaram o centro da minha vida. As sombras não podem ser pintadas, mas os cabelos sim, por isso eu os coloro sempre, como se esse gesto simples e estúpido pudesse mudar a cor da mente (densa e cinzenta como as sombras).

 

II

É preciso coragem para enxergar a sombra. Ela sabe, aproxima-se sorrateira como um crocodilo grande. 

Para com essa história de sombra, cansei de escutar.

Tudo bem, mas que as sombras estão vivas, ah! Estão sim. 

Ok, já entendi, vou perguntar para a minha sombra se ela deseja ir a Camburi, certamente recusará. 

Olho para esse ente que enxerga apenas a densidade e sussurro: você é uma sombra!

 

III

O sol rasgou o céu essa manhã, lindo!

Já não acredito em prelúdios e vivo, agora, no ritmo do acaso: samba do caos. 

Penso em plantar feijões que brotem e se elevem para além das nuvens, onde existe um castelo cheio de riquezas, e um gigante bobo. Logo vem à mente a imagem da sombra projetada do gigante. Imagino que ela cobriria parte da terra (sinto uma excitação), talvez essa sombra toda cubra a Ilha. Direi ao gigante onde vivo e ele se inclinará da nuvem para ver Vitória: o povo capixaba não vai entender o fenômeno. 

O céu matutino já foi alinhavado, agora é tarde, hora de eu me desdobrar como um origami, de deixar as leituras fantásticas, me despedir de Goya: Saturno venceu! Viu, estimado pintor, não adiantou pintar sombras sobre o muro, a fantasia sempre vence, a tela aprisiona as imagens selvagens alimentando-as com branco e ocre. Vou cuidar do muro da minha casa, na verdade esse muro é feito com grades, a sombra pode passar, mas, nunca se projetará inteira. Vou cozinhar feijão.

 

 

IV

Preciso de ti,

De tua mão sobre a minha,

Preciso de ti.

As cantigas de criança rondam o meu coração,

Os ouvidos estão encharcados de melodias saudosas.

Um torrão de açúcar derrete na boca,

A garganta só conhece o amargor.

Preciso de ti sem precisar de ti.

Escolhi te desejar por medo do vazio.

 

Olho as mãos movidas pelo tempo,

Os dedos ensaiam atos concretos de vazio.

Tuas mãos projetam lindas sombras

Imagino o espetáculo de imagens que se formariam se elas soubesse bailar, se não fossem tão duras. Sim, não são apenas os pés que dançam, as mãos são dançarinas natas. As tuas estão endurecidas porque estás surdo para as cantigas de criança.

O quanto lamento. Perdeste as carnes e o sangue, te tornaste Carrara.

Lamento, mas, ainda assim, te admiro.

 

V

Abri a última gaveta do guarda-roupa e achei um lenço rock end roll  comprado numa feirinha no Chiado. Lisboa é considerada uma cidade de luz. As pedras são tão brancas que parecem templos. Parece que os lisboetas vivem num eterno exercício de adoração ao sol e exorcismo das sombras.

Sempre fui mulher das sombras, enamorada da luz. Os cantinhos dos cristais, velas, incensos, orações dobradinhas, cartas queimadas em oferenda aos senhores do Karma, o espelhinho na parede violeta. Tudo isso de um lado, do outro, o tercinho, a bíblia, os cânticos: um mimo!

O meu lenço de caveirinhas é lindo: imita seda, é de um rosa meio século XIX, tem algo de aristocrático e decaído. O lenço é lindo e é meu! Lembro que passeei com ele na Espanha e no Marrocos, ninguém viu, acredito, mas passeei com os cabelos pintados, o lencinho rock end roll meio século XIX e a mente cinzenta e fértil. Gaveta fechada. 

 

 

 

VI

A sombra dos poderosos é o desassossego do grande vazio. Não o vazio prenhe de possibilidades, mas o oco, o buraco, boca que nunca se sacia. Sim, o poder é a fome insaciável de tudo. Entre quatro paredes, para os poderosos, a mulher é um banquete, fruição dos sentidos, presa. Fora da intimidade eles rechaçam a mesma mulher: a fome é a mesma. Pulsão, pulsão, pulsão... tudo explicado, menos o buraco insondável que arrasta os poderosos que nos arrastam para o buraco.

 

VII

Vai buscar o raio de luz,

Vai buscar o pêssego maduro.

Anda e canta pelo caminho,

Os pássaros te acompanharão.


VIII

Sou uma mulher barroca, pictórica e trágica.

Por isso comprei uma matriosca. Sempre quis ter uma dessas bonecas russa. A minha matriosca é um tanto difícil de abrir,¾ rio enviesado¾, talvez por isso ela se pareça tanto comigo. Pego delicadamente a bonequinha (eternamente grávida de si mesma) e a torço com um jeitinho. Eis que ela reaparece, menor, mas igual (filhotinho de si mesma): oca, oca, oca... Novamente, torção delicada e, opa, que lindinha, outra, depois outra, depois outra, até que chego a uma versão miudinha e maciça, que não se abre mais (o sorriso agora é miúdo e maciço como a boneca). Sinto como se chegasse ao fundo de mim mesma. A razão está imobilizada, percebo algo profundamente estranho, indefinível (compaixão, talvez), não sei, é como se essa matriosca fosse eu, ou como se eu fosse essa matriosca, talvez ainda, uma camada oca gestando outras camadas num sem fim. 

 

IX

Tem um casario antigo no centro da cidade. Sempre que passo por ele aceno para a moça na janela. Nunca a conheci pessoalmente, ela deve ter cerca de dezesseis anos. Há mais de vinte anos passo na frente dessa casa, a moça continua com dezesseis anos. As vezes ela usa um colar de pérolas. Imagino que a vida deva ser tranquila para essa amiga misteriosa, mas temo que ela se vá quando o casario for demolido pelo tempo. A imagem dessa desconhecida me persegue, é como se ela quisesse me dizer algo, mas o que? Será que apenas eu a vejo? É uma sombra serena, transparece inocência e solidão.

Deve estar cansada de bordar e tocar piano. A sombra por traz da janela tem algo a dizer, agora estou certa. O casario é antigo como nós.  

 

X

Jorge Luis Borges deu uma matriosca para a namorada bem mais nova que ele, mas,

deu-a escondido de sua mãe: para evitar ciúmes desnecessários entre as mulheres.

A jovem (“inocentemente”) esqueceu a bonequinha em cima da cômoda: incômodo!

A senhora adorou o mimo, sempre admirou o filho.

O "tempo da felicidade" é um mistério!

A felicidade é o raio de luz que atravessa a sombra viva e pensante, é o momento delicado da torção, da abertura e da exposição. Sorrio atravessado porque apenas o coração é capaz de dar sorrisos largos. Quando resta apenas o homem e sua alma, o coração sorri e todas as coisas do mundo fazem sentido.

Borges nunca conheceu a escuridão. A matriosca, misteriosamente, milagrosamente, se duplicava sempre que o escritor a desenroscava com um sorriso enviesado no rosto e outro largo no coração. Foi assim que as mulheres de Borges ficaram felizes e criaram uma irmandade capaz de construir e desconstruir labirintos. Borges nunca desvendou o segredo da boneca russa, mas, sentiu deleite naquilo que deveria aterrorizá-lo.

 

É preciso coragem para enxergar a sombra. Ela sabe, se aproxima sorrateira como um crocodilo grande. Eu não temo os animais de sangue frio, embora corra lava pelas minhas veias. Não temo o dia e nem a noite. Estou no centro do mundo, oca e maciça como a matriosca, compartilhando amor e palavras.